LA OFRENDA DE ESPAÑA
A RUBEN DARIO
JUAN GONZÁLEZ OLMEDILLA
Liminar de R. BLANCO-FOMBONA
EDITORIAL -AMERICA
MADRID
SOCIEDAD ESPAÑOLA DK LIBRERÍA
FERRAZ,,25
imprenta de J. Pueyo, Mesonero, 34. - Madrid.
La América Española,
J. G. O.
Madrid, Febrero de 1916.
~4
Bendición al que entiende, bendición al
que admira.
Soy un hijo de América, soy un nieto de España.
Rubén Darío
PALABRAS LIMINARES
(A la obra «La Ofrenda de España»
EN LA MUERTE DE RUBÉN DARÍO)
A J. González Olmedilla.
Mirad cómo un hombre de raza apolínea,
ebrio de canto y sol,
recoge la ofrenda, fragante y virgínea,
del viejo solar español;
Del viejo solar donde el árbol de vida
reverdece á futuros de amor,
y oculta en la copa garrida
la pluma de la oropéndola y el nido del
ruiseñor.
Cuando el apolnida recoge el haz
superno,
el haz florido de emoción
como si en cada brizna palpitase un
fraterno
y dolorido corazón;
El árbol solariego todo es aleo,
cántico,
miserere, querellas,
porque murió el divino poeta trasatlántico,
Rubén Darío, espigador de estrellas
R. Blanco Fombona
Madrid, 1916.
— XII —
NOTA PRELIMINAR
Aunque parezco padre, no soy sino pa-
drastro de este libro. Lleva mi firma
por ga-
nar un poquitín de gloria, si os
pareciese
buena la idea que esta obra encarna, ó
para
que me culpéis á mí y no á otro, de
haberla
llevado á la práctica, si la creyeseis
una ton-
tería más.
España —
desmintiendo nuevamente absur-
das leyendas en que se la moteja de
prosaica
y sanchopancista— ha demostrado con oca-
sión de la muerte de Rubén Darío, y por la
pluma de sus más prestigiosos portavoces,
que sabe preocuparse hondamente, cordial-
mente por los temas eternos.
Á excepción de los profesionales de las
letras, raras son las personas que leen
más
de uno ó dos diarios asiduamente, y una
re-
vista periódica, de vez en vez. Y como
buena
parte de los trabajos aquí reunidos
vieron la
luz pública diseminados en la Prensa
que,
generalmente, se pierde una vez leída, me ha
parecido que á no pocos admiradores del poe-
ta hispano-americano les agradará ver en un
solo volumen y
con carácter definitivo, cuan-
to en hojas efímeras y en cuartillas
inéditas
se ha dicho en España últimamente del hom-
bre y de su obra.
Maese Reparos, de seguro encontrará im-
propio el título de este libro, ya que,
según
él, varios de los escritores que
colaboran
aquí son de nacionalidad americana. De
an-
temano, le respondo que para mí — que
soy
quien hace el libro — no existe esa
mezquina
diferencia y que, á veces, más español creo
á un americano que ama y comprende á Es-
paña, que late entre nosotros sintiendo y pen-
sando en español,
que no á un
castellano viejo,
hijo, nieto y biznieto de castellanos viejos,
pero snob insoportable, lleno de
desprecio
para todas
las cosas de España. Tampoco fal-
tará quien me censure haber dado lugar
en
esta obra á algunas que otras líneas de
bal-
buciente forma literaria. Bien. Cuando hay
— 2 —
todo un Océano de por medio, cuando se
juzga la labor ajena encastillado en el
inacce-
sible gabinete de estudio, parece lo más
na-
tural y, sobre todo, lo más fácil,
depurar y
extremar la selección. Pero cuando
convive
uno en el café, en la biblioteca, en la
tertulia,
con todos; cuando nuestra palabra
sincera es
interpretada por el aparentemente
damnifica-
do como una evasiva de nuestro envidioso
carácter ó una pedantería de nuestra
insufi-
ciencia, el dilema más espantoso abre
sus
fauces amenazadoras é inexorables,
invitán-
donos á optar entre un rencor eterno ó
una
consciente claudicación artística. Y
como to-
davía no somos malos, preferimos
lanzarnos
por esta segunda senda, seguros así, al
me-
nos, de que acaso evitamos á más de un
sem-
blante la palidez de la postergación, el
dolor
de ser rechazado de allí precisamente
adon-
de se ha acudido con sincero fervor á
dejar
la ofrenda de los líricos dolores, de las
ad-
miraciones profundas...
Quizá se note, en cambio, la ausencia de
algunos artículos y no pocas poesías
sobre
Rubén Darío, publicados en este tiempo.
Ciertas omisiones no han dependido de
mí,
sino de los destinatarios á quienes me
he di-
rigido; otras son completamente
voluntarias.
Se escriben cosas inadmisibles, ya por
la for-
ma, ya por el fondo, verbigracia: el
artículo
de Luis Bonafoux, "El poeta de la
Paz", que
insertó Heraldo de Madrid. Destilaba hiél.
En su perfecto derecho estaba la pluma
rea-
lista al comparar á Rubén con una foca
—
como ella, el poeta, era ingenuo y
primiti-
vo—y hasta con un tiburón y un oso,
símbo-
los de fuerza al fin. No desdeñamos la
con-
vivencia con las fieras y aun admiramos
á los
pingüinos. Pero nos molesta el sapo...
América, la hija pródiga emancipada, nos
dio á Rubén Darío, el más amoroso nieto de
España. Y al morir el hijo de América, la
Abuela no ha sabido sino tejer esta corona
lírica para
la frente que aprisionó el en-
sueño.
J. G. O.
— 4 —
PRIMERA PARTE
EXALTACIÓN
Laudes, elegías, paráfrasis.— El poeta
en la Inti-
midad.
Á RUBÉN DARÍO
Si era toda en tu verso la armonía del
mundo,
¿dónde fuiste, Darío, la armonía á
buscar?
Jardinero de Hesperia, ruiseñor
de los mares,
corazón asombrado de la música astral,
¿te ha llevado Dionysos de su mano al
infierno
y con las nuevas rosas triunfante
volverás?
¿Te han herido buscando, en soñada
Florida,
la fuente de la eterna juventud,
capitán?
Que en esta lengua madre tu clara historia quede.
Corazones de todas las Españas, llorad,
- 7 ~
Rubén Darío ha muerto en Castilla del Oro,
esta nueva nos vino atravesando el mar.
Pongamos, españoles,
en un severo mármol
su nombre,
flauta y lira, y una inscripción no más:
nadie esta lira taña si no es el mismo
Apolo,
nadie esta flauta suene si no es el
mismo Pan.
Antonio Machado